Tomás Segovia, outra voz que se apaga (II)


(Tomás Segovia lendo o seu poema “Poesía”. Madrid, nove de xaneiro do 2010)
Desaparecidos A Nosa Terra, Galicia Hoxe, Xornal de Galicia ou Vieiros, ando moi orfo de información cultural. De cando en vez as páxinas do xornal madrileño El País seguen a ser fundamentais, como as que lle adican hoxe á morte do poeta Tomás Segovia. Un tratamento exquisito da noticia que xa quixéramos nós nos nosos medios para os óbitos na literatura galega. Desa cobertura que fai El País quixera salientar dous artigos que me encantaron. O primeiro, máis biográfico, intitúlase “Tomás Segovia, poeta de las dos orillas” e está asinado por Javier Rodríguez Marcos, e velaquí un fragmento:
«Durante años, adelantó a sus amigos algunos de esos libros en ediciones que él mismo imprimía y encuadernaba en casa. Esa laboriosidad era parte de la herencia de un padre republicano que quiso que sus hijos, además de estudiar, conocieran un oficio manual. No es, pues, extraño, que el hombre de letras terminara aprendiendo a tocar la flauta de forma autodidacta, a rodar -y montar- una película en el Parque del Oeste o a poner en marcha un blog activísimo cuando había sobrepasado los 80 años. Cualquiera que se sentara con él en el Café Comercial de Madrid podía comprobar que si los sabios pierden la memoria no pierden la curiosidad».
O segundo, se callar moito máis fermoso aínda, está asinado polo escritor mexicano Juan Villoro con este antetítulo e título: “Adiós a un puente entre continentes. ¿Quién se niega a una naranja?” e velaquí outro fragmento brillante e de moitísimo interese:
«Leía en público con una espléndida voz rasposa, similar al viento invernal que anima tantos de sus versos. Lo recuerdo en una lectura con el poeta venezolano Rafael Cadenas, hablando del aire que limpia la mirada y la primera luz del día. No le gustaba desechar los poemas que ya había escrito. Juzgaba que cada uno de ellos era un acto de presencia; por alguna razón habían nacido y no debían ser suprimidos. Más que escritos, esos poemas le parecían amanecidos».

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