Poemas (XIX): «Desde fuera», «Testigo de excepción» e «Triste fiera», do libro Ítaca (1972) de Francisca Aguirre


(Foto da poeta Francisca Aguirre, tamén coñecida como Paca Aguirre, tirada da bitácora sopadepoetas)
E velaquí os poemas completos de Francisca Aguirre, «Desde fuera», «Testigo de excepción» e «Triste fiera», do seu libro Ítaca (Ediciones Cultura Hispánica, Madrid, 1972, Premio Leopoldo Panero 1971. Traducido ao inglés por Ana Valverde Osán: Boa Editions Ltd., 2004), que inspiraron os meus versos. Aquela edición orixinal que eu manexei está esgotada, mais o conxunto dos poemas está incluído no apartado El círculo de Ítaca de Ensayo general (Poesía completa, 1966-2000), editado por Calambur.
Desde Fuera
¿Quién sería el extraño que quisiera
conocer un paisaje como éste?
Desde fuera, la isla es infinita:
una vida resultaría escasa
para cubrir su territorio.
Desde fuera.
Pero Ítaca está dentro, o no se alcanza.
¿Y quién querría descender al fondo
de un silencio más vasto que el océano?
Silencio son sus habitantes,
silencio y ojos hacia el mar.
Desde fuera
las aguas son caminos
?desde la playa son sólo frontera?.
¿Y quién sería el torpe navegante
que entraría en un puerto sin faro?
Desde fuera, los dioses nos contemplan.
Desde aquí, no hay un pecho
capaz de cobijarlos:
los dioses son palabras; con el silencio, mueren.
¿Alguna vez la isla fue distinta?
Quién lo puede saber desde el aturdimiento.
Sin palabras, sin dioses, Ítaca es sólo el mar.
Testigo de excepción
Un mar, un mar es lo que necesito.
Un mar y no otra cosa, no otra cosa.
Lo demás es pequeño, insuficiente, pobre.
Un mar, un mar es lo que necesito.
No una montaña, un río, un cielo.
No. Nada, nada,
únicamente un mar.
Tampoco quiero flores, manos,
ni un corazón que me consuele.
No quiero un corazón
a cambio de otro corazón.
No quiero que me hablen de amor
a cambio del amor.
Yo sólo quiero un mar:
yo sólo necesito un mar.
Un agua de distancia,
un agua que no escape,
un agua misericordiosa
en que lavar mi corazón
y dejarlo a su orilla
para que sea empujado por sus olas,
lamido por su lengua de sal
que cicatriza heridas.
Un mar, un mar del que ser cómplice.
Un mar al que contarle todo.
Un mar, creedme, necesito un mar,
un mar donde llorar a mares
y que nadie lo note.
Triste fiera
En la noche fui hasta el mar para pedir socorro
y el mar me respondió: socorro.
Fui hasta el mar y lo toqué
con cuidado, como se toca un animal equívoco,
un animal que se come la tierra
y en su límite último intenta confundirse con el cielo.
Fui hasta él con la inerme disposición
con que nos acercamos a lo desconocido
esperando una respuesta mayor que nuestra dolorosa pregunta.
Antes yo había mirado toda mi isla
para llevarla conmigo hasta su sal.
Había agrupado todo mi territorio en la retina
y fui con él al mar: era
tan suyo como mío.
Ítaca y yo fuimos al minotauro acuático
para pedir socorro
y el mar nos respondió: socorro.
Triste fiera: socorro.

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