Poema (XCII): «Fragmentos verticales», de Roberto Juarroz

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As poetas, os poetas creamos material sensible que moitas veces é manipulado de maneira espuria. Vén de acontecer coa obra poética do poeta arxentino Roberto Juarroz (Buenos Aires 1925-1995). Entre os artigos asinados polos/as presidenciables nos vindeiros comicios autonómicos de Galiza que publica a Revista Luzes no seu nº 35, Alberto Núñez Feijóo no seu texto (velaquí a ligazón) cita un aforismo ou verso de Roberto Juarroz. Afirmamos sen temor ningún a estarmos nun erro que Feijóo nunca leu un libro de Juarroz, así que talvez habería que preguntarse quen foi o poeta que llo escribiu. Teño a miña propia sospeita, mais isto xa é o de menos, sempre haberá bandullos agradecidos.
«Apagar una luz me deslumbra más que encenderla» é o aforismo de Roberto Juarroz que se cita e publicouse na edición arxentina do seu libro intitulado Casi poesía. Nós coñecemos o texto na sección denominada «Fragmentos verticales» dentro da antoloxía Poesía vertical, editada por Cátedra, Madrid: 2012, que xa tivera unha outra edición anterior en Visor, Madrid: 1991. E aproveitamos para deixar aquí algúns destes textos mínimos. Velaquí:
No siempre la visión y la palabra coinciden hasta la suma del poema. Muchas veces sólo quedan algunos núcleos o gérmenes o imágenes o roces, como si fueran restos o quizá paradójicas ganancias de un naufragio. ¿Pero acaso es otra cosa toda la poesía? Tal vez se debiera entonces hablar aquí de fragmentos caídos, astillas de poemas, gestos de aproximación, trozos de materia poética de textos que no terminaron de nacer. Y consolarse con la idea de que nacer es un proceso que nunca termina.
Llegar con los ojos abiertos a la mirada final, como un estandarte que no se avergüenza. Aunque los ojos abiertos tengan que cerrar muchas cosas.
Lo visible es un adorno de lo invisible.
Apagar una luz me deslumbra más que encenderla.
Una hoja en el árbol, justifica al árbol. Pero un árbol sin hojas lo justifica todo.
Imaginar una lámpara hasta encenderla.
Sólo desnuda da sombra la flor.
Una sola palabra en una casa de espejos.
Allí donde la luz no alumbra, tal vez alumbre la sombra.
Me has enseñado a no cortar las flores. He sospechado que tú eres cómplice de su crecimiento.
Ya que debemos olvidarlo todo, deberíamos por lo menos una vez recordarlo todo.
Aunque pierda mi nombre y yo no responda ya a su llamado, volveré siempre al lugar donde tu lo pronunciabas.
Nadie posee nada. Para poseer algo es preciso desnudarlo, apoderarse de su centro y tener un espacio donde protegerlo. Nadie puede, para poseer una rosa, desvestirla de sus pétalos y retener su fragancia. Las manos del hombre son siempre manos vacías. Tal vez nuestro ejercicio fundamental consista en aprender a amar y escribir con las manos vacías.

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