Poemas (LXXXIV): «La tranquilidad es un campo de arena», de Eduardo Chirinos

EduardoChirinos
Antonte 17 de febreiro, aínda novo e vítima dun cancro, foise outro poeta que como lector estimo, o peruano Eduardo Chirinos (Lima 1960 – Missoula, Montana, USA, 2016), autor de libros tan importantes como Abecedario del agua (2000), Breve historia de la música (2001), co que obtivo o Premio Casa de América de Poesía, Escrito en Missoula (2003), No tengo ruiseñores en el pelo (2009), Mientras el lobo está (2010), Premio de Poesía Generación del 27, ou Medicinas para quebrantamientos del halcón (2014), que editou Pre-Textos na súa colección «La Cruz del Sur». Alén diso era autor de contos infantís, ensaísta e tradutor, por exemplo de poetas de renome como os americanos Mark Strand e Louise Glück.
Na revista dixital Vallejo&Co pódese ler unha breve antoloxía, da que reproduzo este magnífico poema que remata coa aparición dunhas «crebas», aínda que Eduardo Chirinos non use ningunha definición para elas: maderos rotos, / moscas sobrevolando el cadáver de un hernioso animal varado / por las aguas.
La tranquilidad es un campo de arena
El mar,
las piedras, algunas gaviotas,
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un lobo marino
(hermoso animal varado por las aguas) corrientes aguas, puras,
cristalinas
y una toalla húmeda secando nuestros pies
(“La tranquilidad es un campo de arena”, escribí en la inmensa
soledad de estos parajes.
“Moles de arcilla y concha han resistido al furioso embate de las
aguas, al furioso embate de estas mismas aguas
donde ahora me entristezco y canto.”)
¿Y yo qué he de cantar?
El dulce lamentar del s. XVI en un paraje salino
(rocas peladas y no verduras en las eras);
el triste cantar de dos pastores en las playas del sur
(murmullo solitario de las aguas y no silencio de la selva umbrosa),
idénticos espacios para ejercer el oficio
do natura o menester me inclinan.
“Aves y peces han condicionado sus cuerpos para habitar este lugar.
Aves y peces han evolucionado en el curso de los tiempos
para enterrar por siempre
sus huesos en la arena.”
Es así como la muerte anuncia el nacimiento y vuelven, ambas,
al punto de partida,
y las estaciones y los calendarios no son más que piezas
distintas de un mismo tablero y estas aguas son, amor,
las mismas aguas que vienes observando en algún lugar del
mundo
donde jamás habrás de ver lo que yo veo:
El mar,
las piedras, algunas gaviota?
gaviotas blancas, grises, de pico anaranjado,
maderos rotos,
moscas sobrevolando el cadáver de un hernioso animal varado
por las aguas.
(Ou este fermoso fragmento de Medicinas para quebrantamientos del halcón)
El oleaje abandona los restos del día, los
deposita con cuidado al pie de mi cama.
Se trata de una ofrenda, pero no deseo
levantarme. Me aferro a la almohada, a
los charcos de oscuridad que me protegen.
El oleaje insiste, desliza entre las sábanas
su frío y su silencio. Abandono el sueño
a la mitad, enciendo la luz y consulto el
horóscopo. Aries. La luna penetra solitaria
en el espejo, cuídate de la música, déjate
llevar por aquello que lees. Leo un tratado
de ornitología, una floresta de poemas
griegos, el Libro de la caza de las aves.
Eduardo Chirinos

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